Ayer aterrizó en Marte la sonda Phoenix Mars Lander, un geólogo “in situ” que excavará el suelo bajo sus patas en las altas latitudes boreales del planeta rojo.A diferencia de los “rovers”, o exploradores MER A y B lanzados hace cuatro años, la misión del Phoenix no será pasearse por ahí tomando muestras de piedras de la superficie. Phoenix es un geólogo “in situ”, que excavará el suelo bajo sus patas en las altas latitudes boreales de Marte, geológicamente parecidas a Groenlandia o Alaska. Los científicos escogieron ese lugar porque está libre de rocas y parece más fácil de excavar.
Los astrobiólogos y geólogos planetarios esperan que el robot no sólo toque el agua congelada de la superficie marciana, sino que la “pruebe” y “olfatee” con el minilaboratorio que lleva a cuestas. La misión estudiará la historia del agua en el hielo, hará un monitoreo del clima de la región polar, e investigará si el ambiente bajo la superficie ha sido en algún momento favorable para sostener vida microbiana (como la definimos en la Tierra). Si Phoenix detecta compuestos orgánicos aptos para la vida, la región ártica marciana podría convertirse en un lugar muy codiciado para los investigadores en exploraciones futuras.
Aunque Marte es más pequeño que la Tierra, hay que tener en cuenta que no tiene océanos que escondan su superficie, por lo que en realidad tiene una enorme área de terreno expuesta que es preciso investigar.
Los creadores del Phoenix comparan a su robot con un coche usado, porque está hecho a partir de partes de otra nave espacial. De hecho, gran parte del Phoenix estaba ya en una bodega desde 2001, porque sus sistemas principales fueron diseñados y construidos para ser lanzados en la misión Mars Surveyor de ese año. Pero la NASA canceló la misión tras la pérdida de un aparato similar, el Mars Polar Lander, que desapareció durante su llegada a Marte en 1999. Nadie sabe a ciencia cierta lo que sucedió con esa sonda, pero se dice que fue un error de cálculo causado por una confusión entre los sistemas métrico e inglés.
El equipo de investigadores que propuso la bien bautizada misión Phoenix, encabezados por Peter Smith de la Universidad de Arizona, en Tucson, desarrolló un plan para modernizar al aparato en desgracia, siguiendo los cánones de la nueva era de la NASA del “más rápido, más barato y mejor”.
A diferencia de los aterrizajes anteriores, en los que los robots llegaban envueltos en bolsas de aire que rebotaban como una gran bola de playa sobre el suelo, Phoenix aterrizó con sus propios motores, desacelerando su caída, durante los siete minutos más largos del mundo. La NASA no había orquestado este ballet desde el aterrizaje exitoso de las naves Viking en 1976.
El Jet Propulsion Laboratory de la NASA editó este excelente video, al estilo de película de acción, en el que se ilustran los tremendos momentos que aguardan al valiente viajero interplanetario.
Por : Angela Posada-Swafford
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