
A 2.400 metros de altitud, sobre la cumbre del volcán Ijen, la tierra es amarilla y el aire irrespirable. En medio de una nube tóxica y pestilente, alrededor de 200 trabajadores luchan cada día por extraer las rocas de azufre con sus manos desnudas: muchos de ellos no superarán los 30 años de edad como consecuencia de los gases que destrozan sus pulmones.
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